Puedo decir que es un momento muy dulce a nivel personal y creativo, porque han aparecido muchas posibilidades de hacer cosas, el siguiente paso es seguir trabajando y disfrutando, dejando de pensar en que pasará mañana y ver que sigo en mi vida con ganas de hacer.
De hecho, desde que recibí mi troqueladora, no paro de hacer y pensar en nuevas composiciones. Estoy como loca fabricando corazones de todos los colores, casi al ritmo de Rafaella Carrá "Explota, explótame explo...explota, explota mi corazón...".
En unas semanas estaremos en un cumple muy especial, ya que me estreno junto a un compi como organizadora de cumples. Así que estoy que no quepo en el pellejo, muy nerviosa, deseando que llegué el día, pero toca esperar, je, je. Detrás hay mucho trabajo e ilusión, cuidando cada detallito, pensando que carita pondrán los peques cuando vean todas las sopresas que con tanta ganas les hemos preparado.
Por otro lado, en febrero comencé a realizar unas prácticas para intervenir con niños con autismo, estoy muy ilusionada porque podría ser la posibilidad de trabajar en atención a la diversidad, esa es otra de las cuestiones de espera en mi vida.
No es un trabajo sencillo, aunque desde fuera puede apreciarse como algo muy básico, pero una vez inbuída en las sesiones, hay muchos matices en los que pensar para ofrecer a los niños y a sus familias: respuestas, aprendizajes, pautas... Llegas a entender que incluso lo que piensas que puede funcionar, no es lo más efectivo y al contrario, aquello a lo que no dabas valor, es lo que despierta el interés por aprender y hacer del niño. Toda una experiencia basada en la paciencia otra vez, la reflexión personal y profesional y un aprendizaje constante.
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